Las perspectivas de la cooperación del Sur Global en un mundo cambiante
Las perspectivas de la cooperación del Sur Global en un mundo cambiante
por Giuseppe Lo Brutto
@giuseloby
giuseloby@msn.com
(mayo 2020, borrador)
Buenas tardes a todas y todos.
Antes que nada agradezco al Dr. Javier Vadell de la PUC-Minas, Brasil la invitación para participar en este importante e interesante evento “Perspectivas económicas y políticas internacionales pos pandemia: horizontes desde el Sur Global”. Aprovecho la palabra también para saludar a las doctoras Gladys Lechini de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, a la Dra. Florencia Rubiolo de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, y al Dr. Leonardo Ramos de la PUC-Minas, Brasil quienes me acompañan como panelistas.
Me parece importante subrayar que esta intervención se inscribe en el marco de los ejes “Inserción del sur global en la nueva geopolítica/geo-economía” y “Perspectivas de la Cooperación Sur-Sur” propuestos en este conversatorio.
Por lo tanto, cómo ver, entender, analizar las perspectivas de la CSS en un mundo cambiante y en crisis.
De hecho, quiero empezar mi ponencia con una frase pronunciada por el presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en la Cumbre virtual “Unidos contra la COVID-19”, convocada por Azerbaiyán en su condición de presidente pro tempore del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) el 4 de mayo pasado: “Si hubiéramos globalizado la solidaridad como se globalizó el mercado, la historia sería otra”.
En este sentido, creo que cualquier forma de pensar o imaginar las relaciones Sur-Sur, Norte- Sur, Sur-Norte debería centrarse en esta idea tan poderosa que es la solidaridad.
Tal como señaló, el presidente de China Xi Jinping el pasado mes de abril: “el virus no sabe de fronteras ni de nacionalidades, y, para ganar la lucha en su contra, la comunidad internacional no tiene otra opción que dar una respuesta colectiva”. Es decir, la cooperación.
Lo que pretendo en esta intervención, es poner de relieve cómo el entendimiento de la Cooperación Sur Sur (CSS) según nuestra perspectiva histórico-crítica permite poder denotar los cambios en acto en la geopolítica y geo economía global y, al mismo tiempo, encuadra esos cambios en un contexto no solamente coyuntural. Es decir, los mismos ya estaban en acto desde hace más de una década y ponían al centro de las relaciones Sur-Sur al rol de China tanto en la economía global como en las relaciones políticas e internacionales.
Ahora, esta pandemia acelera lo que nosotros hemos estado afirmando en nuestras investigaciones tanto del grupo en CSS de REEDES como en el de Potencias Medias. Es decir, la CSS ha ido estableciendo en las últimas dos décadas un nuevo tipo de relaciones basadas en la igualdad y el muto beneficio para afianzar la autodeterminación no solo política sino también económica.
En este sentido, la crisis derivada de pandemia acelera el proceso en el que China en la relaciones Sur-Sur se va posicionando como líder en un sistema económico y político global en el que la cooperación es una de esas facetas. Como hemos señalado en repetidas ocasiones, China ha estado construyendo un régimen internacional de cooperación alternativo al del CAD y de la OCDE. Un nuevo régimen internacional de cooperación gestado en torno a un primer pilar basado en organizaciones internacionales financieras y políticas, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y la Agencia Estatal de Cooperación Internacional para el Desarrollo; un segundo pilar constituido sobre la financiación ampliada del desarrollo que comprende comercio e inversión. Y, finalmente, un tercer tercer pilar, que se partiría de un nuevo sistema de monitoreo y evaluación.
Con ello China aseguraría la construcción de un régimen internacional de cooperación alternativo al del CAD con el que reconfiguraría a su favor el equilibrio de fuerzas en el proceso de transición hegemónica. Por lo tanto, la crisis por la pandemia del COVID-19 acelera este proceso. Su creciente fortaleza como potencia ascendente en términos económicos, militares, culturales y de liderazgo político aunado a los esfuerzos de mantenerse a la cabeza de la cooperación en salud en medio de esta crisis muestran que la hipótesis predictiva con la que hemos trabajado la CSS se va comprobando.
Por lo tanto, ¿cómo entender hoy la CSS? (no solamente a partir de la crisis derivada de esta pandemia), ¿cuáles escenarios se vislumbran?
Ello amerita repensar por lo tanto no solamente en términos coyunturales sino, como he mencionado, a partir de un entendimiento crítico de la CSS en perspectiva histórica dado que la falta de memoria de las investigaciones sobre cooperación internacional para el desarrollo en general, y, la CSS en particular, ha sido producto de un proceso de borrado deliberado y recurrente del pasado, a fin de manipularlo desde el multilateralismo hegemónico y sus terminales bilaterales e intermediarios del mundo del CAD.
Este proceso se puede explicar por dos factores que conectan lo académico y lo político, y que ponen de manifiesto los límites de la mayoría de los análisis convencionales, como parte del imperialismo epistemológico de la corriente principal de las teorías de relaciones internacionales y del desarrollo. El primer factor es el predominio de un enfoque positivista de solución de problemas carente de reflexividad crítica que tienen la mayoría de los Estudios del Desarrollo, como herederos de los estudios coloniales y racializados de los que apenas han conseguido liberarse después de casi seis décadas de prácticas de reproducción académica. El segundo factor es que, como consecuencia de esa construcción positivista y legitimadora de lo existente que tienen los Estudios del Desarrollo, las experiencias de lucha y negociación de los países en desarrollo (centradas en la cooperación económica entre ellos), han tratado de encasillarse en los marcos interpretativos de la cooperación internacional para el desarrollo, que han considerado la CSS como un mero complemento centrado en los aspectos técnicos de la cooperación internacional del CAD de la OCDE. (Domínguez y Lo Brutto, 2020)
Por lo tanto a una concepción de los marcos interdependentistas del CAD, que pretendió reducir la cooperación a sus aspectos de Cooperación Técnica para el Desarrollo (CTPD) subalterna e infrafinanciada, nosotros hemos contrapuesto una interpretación autónoma de la CSS que ve en China la depositaria de las esencias de ese entendimiento autónomo establecido a partir de las teorías del imperialismo y la dependencia como Cooperación Económica para el Desarrollo (CEPD).
Estas dos concepciones de la CSS representan, en palabras de Rafael Domínguez (2019), la diferencia entre los procesos histórico-concretos vistos desde la mirada de sus propios protagonistas colectivos e individuales y las epifanías de las tradiciones inventadas a partir del imperialismo epistemológico de la corriente principal de las teorías de las relaciones internacionales y (su concepción despolitizada) del desarrollo.
Antes de la crisis del COVID -19 hemos señalado que el resurgimiento o renacimiento de la CSS ha dado lugar a un progresivo rescate del intento de los países periféricos de establecer un nuevo tipo de relaciones (recordemos que su alcance más importante se dio en la década de 1970 y su máxima expresión ha ido la agenda del Nuevo Orden Económico Internacional y la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados).
Cuatro décadas después, la CSS y la reflexión sobre el desarrollo han recobrado una fuerza renovada gracias a las nuevas potencias de cooperación procedentes del Sur Global. Y como el de la década de 1970, el contexto es de una crisis estructural de la economía mundial (no solamente derivada por el COVID) a la que ha conducido la utopía del mercado autorregulado (ahora bajo la forma de globalización neoliberal) frente a la cual la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 resulta de impotente igual que lo fueron otras propuestas para reconfigurar el orden internacional procedente de la industria de la ayuda.
De esta manera, hoy más que nunca es necesario una nueva versión del NOEI-que Chang llama ‘nuevo-nuevo orden económico internacional’ o NNIEO- basado en el reconocimiento de que el sistema económico internacional debe maximizar el espacio de políticas para que los países puedan tomar las medidas más adecuadas para ellos, según sus propias capacidades y necesidades. El mismo Chang sostiene que se deben promover políticas económicas, industriales, sociales y ambientales alineadas con el cambio estructural progresivo. Entre los factores contingentes, el acádemico de Cambridge mencionó hace unos meses en la CEPAL, por un lado, el cambio climático (yo añidiría también los efectos como el COVID 19 y la colabaración en tecnolgía para la salud), cuya urgencia obliga a los países en desarrollo a presionar a las naciones ricas a un mayor compromiso, especialmente en la transferencia a gran escala de tecnología para mitigación y adaptación climática; y, por el otro, el factor “China”, país que se ha posicionado cada vez más como un actor clave en la economía global, a pesar de seguir siendo una nación en desarrollo.
En este sentido, para poder hablar de las perspectivas para la CSS en un mundo cambiante es importante dejar en claro que la misma se basa en tres pilares: el dialogo político, los acuerdos comerciales y una nueva forma de financiación. Por lo tanto, China ha sido y sigue siendo la estrella más brillante de esta Constelación del Sur que, como ha señalado Rafael Domínguez (2019), desde Bandung sigue siendo el lucero principal de ese contramovimiento asentado en la planificación de los Estados desarrollistas para hacer frente a la utopía liberal del mercado autorregulado con la que Estados Unidos (EEUU) pretendió imponer su hegemonía, a partir de los regímenes internacionales monetario y financiero de Bretton Woods, a los que luego se sumarían los de comercio y ayuda, éste último hoy en fase de climaterio terminal.
Hoy, esta pandemia es un catalizador de la crisis de la globalización. Es decir, de la crisis de ese sistema de cooperación insertado en ese modelo de globalización. En efecto, esta crisis se suma a la del 2008 y redefine sus mismos fundamentos. En ese sentido, la misma cooperación internacional se pone en discusión. Tiemblan las bases del multilateralismo así como lo conocemos y evidencia con mayor fuerza el rol del gigante chino en la cooperación y la solidaridad global.
Por lo tanto, vemos como esta crisis será generadora de unos grandes cambios estructurales en el orden global. Ese orden que salió de la segunda Posguerra y que sentó las bases para un nuevo sistema interestatal que hoy está en discusión. En ese sentido, ¿Estaremos frente a un inicio de un nuevo sistema interestatal como hemos apuntado con Ada Cabrera en el anteúltimo número de la Revista Estudos Internacionais de la PUC MINAS?
No es este claramente el espacio para poder profundizar esta temática, sin embargo, la guerra comercial entre los Estados Unidos y China antes de la pandemia, y el desarrollo de la misma hoy, apuntan con claridad que algo se mueve en este sentido. Como dijo Galileo Galilei “E pur si muove”. Algo sin duda está cambiando y redefinirá las estructuras de la política y de la economía global en las próximas décadas.
Por otro lado, y en relación a nuestra región ¿En este nuevo contexto, es previsible la profundización de la disputa geopolítica sobre América Latina y el Caribe entre los poderes globales establecidos y emergentes?
Como primer dato quisiera señalar un dato de la CEPAL (https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45337/6/S2000264_es.pdf ) del pasado mes de abril que señala que nuestra región tendrá 209, 583,000 de pobres (20 millones más que en 2019), y 82,609,000 de pobres extremos (15 millones más que en 2019).
El impacto de la crisis será por lo tanto multidimensional, es decir, afectará a todas las esferas y de manera contundente.
El sociólogo y analista internacional Juan Gabriel Tokatlian el pasado 29 de abril, señalaba en una entrevista que: “lo que nos revelan las grandes crisis históricamente, son crisis con impacto geopolítico significativo, financiero y social de enorme repercusión. Para el se van a exacerbar las tensiones entre China y Estados Unidos: “esa va ser la nota predominante por muy largo tiempo”. Además señala que, “La tensión de Estados Unidos se profundiza con una Europa que siente que China se ha vuelto una dificultad significativa y estratégica. Su lectura de la situación es que vamos a ver un occidente preocupado sobre China. “Una potencia que buscará responder a esto profundizando relaciones con Rusia, también con África y América Latina”. En este sentido, la lucha entre China y EEUU complicará las cosas para la región: “Eso a futuro, con los efectos de la pandemia, nos va a poner en una situación más delicada, con menos espacio y menos capacidad de maniobra y es allí donde una alternativa importante para compensar esa reducción de los espacios, es la capacidad de ampliar la integración regional”. Yo diría , que esa exacerbación de las tensiones viene intensificándose desde hace tiempo y esta crisis las profundizará con fuerza. Lo que veremos es en mi opinión un Europa dividida en torno a cómo ver a China y unos Estados Unidos cada vez más con menos peso en el ajedrez global.
Esta pandemia sin duda acelera la consolidación del papel de China como actor global, aunque tal como he mencionado su brillar en esta constelación del Sur es un proceso que venía de antes y que es posible observarlo en perspectiva histórica.
China no implementó políticas de austeridad y hoy son esas políticas las que impiden a los gobiernos liberales occidentales enfrentar de una manera decorosa la crisis, con sus restricciones del gasto público y ha avanzado en dar respuesta al clásico dilema entre economía de mercado y socialismo. En este sentido, el gigante asiático asume el liderazgo como articulador del multipolarismo, ofreciendo ayuda internacional frente a la pandemia e impulsando obras de infraestructura, que tienen en el Belt and Road Initiative (BRI) su expresión concreta más visible.
Al participar en la Cumbre Extraordinaria de Líderes del G20 por COVID-19, el presidente Xi formuló 4 propuestas importantes dirigidas a librar una decidida guerra global contra COVID-19: realizar un eficiente control colectivo internacional, brindar activo apoyo al rol de las organizaciones internacionales, fortalecer la coordinación internacional en materia de políticas macroeconómicas y promover una serie de cooperaciones sustanciales tales como el desarrollo y la investigación conjuntos sobre medicamentos y vacunas específicas, el acceso al centro de conocimientos sobre COVID-19 en línea, la difusión de manuales guía para el control y tratamiento integral, sistemático y efectivo, la iniciativa de G20 sobre la asistencia ante COVID-19, la defensa conjunta de estables cadenas industriales y de suministro globales y la celebración de una reunión de alto nivel sobre seguridad internacional en salud pública.
¿Y la desglobalización?
Ante este escenario incierto, aunque como se ha dicho, nuestro entendimiento de la CSS y el rol de China no ha cambiado por los efectos del COVID-19, los pronósticos del mundo post-pandemia apuntan a un repunte del nacionalismo en su versión más conservadora.
A partir de 2016 la desaceleración del comercio mundial y de los flujos internacionales del capital respecto al Producto Interior Bruto (PIB) ha provocado un proceso de reversión de la globalización (me refiero a la reducción de la interdependencia entre las economías nacionales o desglobalización). Este proceso de fragmentación de la economía mundial en bloques, provocada por el retorno al nacionalismo proteccionista de Estados Unidos y su guerra comercial y tecnológica contra China, afecta a las tendencias del Sistema de Cooperación Internacional para el Desarrollo actualmente disputado entre el Régimen Internacional del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) y el Foro Internacional de Cooperación de la Belt and Road Initiative.
Desde hace varios años se vienen observando retrocesos en los principales indicadores de la globalización neoliberal, en este sentido la crisis de 2008 marcó un punto de inflexión tras el cual no ha habido recuperación del dinamismo en el comportamiento del comercio, la Inversión Extranjera Directa (IED), etc.
Además, esta pandemia nos obliga también a interrogarnos sobre el modelo económico-comercial dominante. Desde hace cuarenta años, la globalización neoliberal ha espoleado los intercambios, y desarrollado cadenas de suministro transnacionales. La crisis sanitaria ha demostrado que las líneas logísticas de aprovisionamiento son demasiado largas y frágiles. Y que, en caso de emergencia como ahora, los proveedores remotos son incapaces de responder a la urgencia.
A partir de los efectos de la crisis financiera de 2008, grupos nacionalistas y populistas de derecha que se han consolidado en esta última década, como Donald Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro, y Matteo Salvini vienen manifestando su rechazo a la mundialización económica.
Por otra parte, desde finales de los años 1990, los militantes altermundistas, desde puntos de vista de izquierda y humanistas, también han criticado con fuerza la ecodepredadora globalización financiera, y reclamando “otro mundo posible”.
A estas dos fuerzas, ya considerables, se van a unir ahora, las masas de personas descontentas por la dependencia de sus países a la hora de enfrentar el cataclismo de la Covid-19. (Ramonnet, 2020). Esto significa, que nos espera un modelo neoliberal fundamentado en el autoritarismo.
Desde las reformas impulsadas por Deng-Tsiao Ping en 1979, la potencia que más se ha beneficiado de la globalización económica es sin duda China. Las autoridades chinas estiman que la antimundialización no resolverá nada y que el proteccionismo es un callejón sin salida porque, en definitiva, nadie puede exportar y todos quedan bloqueados. En este sentido, que el presidente Xi ha señalado que: “Querer repartir el oceano de la economía mundial en una serie de pequeños lagos bien separados unos de otros, no sólo es imposible sino que, además, va a contracorriente de la historia”.
Como señala Ignacio Ramonnet en su columna del periodico la Jornada de México del 29 de abril de 2020: “En todo caso la hiperglobalización neoliberal parece herida de gravedad y no es descabellado vaticinar su debilitamiento. Incluso se cuestiona la continuidad, bajo su forma ultraliberal, del propio capitalismo.También se evoca la necesidad de una suerte de colosal Plan Marshall mundial. En todo caso, esta tragedia de la covid-19 empujará sin duda las naciones hacia un nuevo orden económico mundial”.
¿Hacia donde vamos?
Esta crisis acentua con mayor fuerza una crisis del modelo neoliberal que desde principios de este milenio ha vivido diferentes crisis en varias partes del mundo.
Sin duda, la crisis del COVID-19 es una oportunidad para repensar a nivél político y económico varias cosas, desde las relaciones sur-sur, hasta como pensar una transición energética no contaminante con un nuevo Green New Deal. La reunión de OPEP +20 del pasado mes de abril demostró como la crisis energetica juega un papel importante en la geopolítica global. Además, aunque sea muy dificil por los facotres antiglobalistas mencionados, sería importante fomentar un multilateralismo en el marco de una gobernanza global que pondría como tema central a la salud pública.
China por ejemplo está comprometida con su apoyo a la OMS en el cumplimiento de sus funciones en la lucha global contra COVID-19, y ha incrementado su ayuda internacional en la lucha contra la pandemia. Por ello, el fortalecimiento de la cooperación sanitaria en marco de la Iniciativa BRI para construir “la Ruta de la Seda en materia de Salud” es uno de los objetivos del gigante asiaático en el marco de su proyecto hegemónico.
Aunque como he mencionado anteriormente China ha ido construyendo su sistema de cooperación alternativo, es también cierto que en esta fase de globalización económica, China intentará defender también el multilateralismo para reforzar y perfeccionar el sistema de gobernanza global centrado en la ONU. En este sentido uno de los objetivos será también robustecer la coordinación y la cooperación con otras partes para aglutinar consensos globales contra COVID-19.
Finalmente, el reforzar la coordinación de políticas macroeconómicas para paliar las presiones a la baja sobre la economía mundial y la próxima recesión económica mundial que enfrenta la economía global ponen al gigante asiatico como promotor de la coordinación, el control y el tratamiento contra COVID-19. Sin duda, jugará un papel constructivo estabilizador de la economía mundial y reforzará activamente la concertación de políticas macroeconómicas con la mirada puesta en la era post COVID-19, adoptando todas las medidas necesarias para defender la estabilidad de la cadena global de producción y de suministro, y promover la liberalización y la facilitación de comercio e inversiones en el marco de su objetivo de un crecimiento global más equilibrado y sostenible.
¿Como concluir?
Sin duda, esta crisis nos deja algunos elementos sobre que reflexionar:
-Los cambios en torno a la CSS se siguen gestando desde hace dos décadas y esta crisis los acelera.
-Al centro de estos cambios esta el rol de China como potencia hegemónica global cuya estrella seguirá más brillante en las constelaciones del Sur en el corto y mediano plazo.
-El dialogo político, los acuerdos comerciales y la nueva financiación de la CSS pone en relieve que en este momento la cooperación en el tema de la salud se vuelve un tema principal, en el que está muy evidente el rol protagonico de China no obstante las esteriles acusaciones de Trump.
-Estamos frente a cambios estructurales históricos que determinarán las reglas del mundo por lo menos durante todo este siglo.
-Por lo tanto hablar de CSS significa también entender la manera en las que las relaciones sur-sur determinarán la geopolítica y la geoeconomía en el próximo periodo.
Muchas gracias.